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Sobre la mentalidad de un torturador



De cómo, según el Capitán Tróccoli, se forma un militar

El Jefe de Brigada es, en una unidad de este tipo, la esencia del conductor, en permanente equilibrio entre un dios de la guerra, un mentor espiritual capaz de dispensar ríos de bondad y sabiduría, y un hijo de puta legendario, capaz de las mayores arbitrariedades y de aplicar los castigos más horrendos.”  Jorge N. Tróccoli.

Los comentarios de Primo Levi sobre los SS, serían exactamente  los mismos que haría sobre los hombres formados de la manera que describe el capitán Tróccoli: “Habían sido educados en la violencia: la violencia corría también por sus venas, era normal, obvia. Se desbordaba por sus rostros, de sus gestos, de su lengua. Humillar, hacer sufrir al “enemigo” era su oficio  de cada día; no pensasban en ello, no tenían segundos fines: el fin era aquel. No quiero decir que estuvieran hechos de una sustancia humana perversa, distinta de la nuestr a(sádicos y psicópatas los había también, pero eran pocos), sencillamente habían estado sometidos durante algunos años a una escuela donde la moral corriente había sido subvertida. En un régimen totalitario la educación, la propaganda y la información no encuentran obstáculos: gozan de un poder ilimitado del que difícilmente puede darse una idea quien ha nacido y vivido en un régimen pluralista”.

De cómo el Capitán Troccoli se refiere a su conocimiento de las desapariciones  durante la dictadura

En suma: el capitán Tróccoli, a través de esos vericuetos de su pensamiento, llega a afirmar que sabía, pero que no lo sabía directamente sino de “oídas” y que si hubo desapariciones de uruguayos era altamente probable que lo hubiera sabido, pero no lo supo, por lo tanto, era altamente probable que no las hubiera; pero si las hubiera habido no necesariamente se hubiera enterado, porque él no estaba siempre o porque no le informaban  en todas las ocasiones.

No es lo mismo el verdugo que la víctima (Daniel Gil aporta un relato donde se le da la palabra a las víctimas, y dice: “El Capitán Tróccoli seguramente diría que son las excepciones que confirman la regla. Yo, por el contrario, pienso que son las que la anulan”)

Carlos Liscano, en una breve narración, de las que acostumbra a hacer, nos dejó una pequeña joya. Estando en Europa en los momentos en que se desarrollaba la guerra en Yugoslavia, pasaron en la televisión un documental. En él se podía ver a un pequeño grupo de soldados, comandados por un teniente, que llevaban, hacia las afueras del pueblo, a un  grupo de habitantes. Ropas raídas, cuerpos flacos. Marchan por un camino y se dirigen hacia algo que parece ser una granja. Allí , un paredón. Hacen poner a los hombres en fila delante del paredón y los soldados enfrente. El teniente ordena apuntar. En ese momento un soldadito mira perplejo al teniente, luego a sus compañeros. No sabe qué hacer. Duda. De pronto, con un gesto brusco, entrega su fusil al soldado que estaba a su lado y se alinea en la fila con los campesinos. El teniente ordena disparar. 

Sobre los vuelos de la muerte

Por último: sobre las declaraciones de Scilingo y de los vuelos en que tiraban a los detenidos al Río de la Plata, dice que “sabía que existían”. Y agrega: “Sabía porque escuchaba conversaciones de ellos, no era una cosa que se publicitara, incluso conmigo se mantenía mucha reserva, en varias operaciones yo estaba ahí simplemente coordinando otras tareas… y si, sabía que existían”. Cuando le requieren su opinión sobre el procedimiento de tirar al mar a detenidos vivos, dice: “Yo no sé cómo era, si tiraban así detenidos vivos. Yo también leí el libro de Scilingo que parece que los adormecían y todo…” 

Por su parte el ex capitán Scilingo, que conociera a Tróccoli a fines de 1997 en la ESMA, preguntado sobre si Tróccoli estaba en conocimiento de los “vuelos”, respondió: “Sin lugar a dudas. El personal que estaba destinado allí conocía perfectamente lo que pasaba en los sótanos y los altillos, fueran o no integrantes de los grupos operativos”. Y de esto Scilingo sabía. Fue él quien dio la espeluznante cifra de 5000 personas asesinadas en ese lugar, de los cuales 4000 fueron tirados vivos desde los aviones al Río de la Plata. Tal vez los primeros fueran los “marinos coreanos” hallados en las costas de Rocha. Luego fueron más “cuidadosos” y se los lanzaba en lugares teniendo en cuenta las corrientes de agua, en forma tal que los cadáveres fueran mar adentro y no regresaran a las costas.

Todo esto no podía dejar de saberlo el capitán Tróccoli quien, en sus declaraciones, entra en una flagrante contradicción. Por un lado dice que sabía de la existencia de esos procedimientos, que incluso escuchaba conversaciones, pero luego dice que no sabe si los tiraban vivos. ¿A lo mejor los podrían tirar muertos? Pero, como colofón dice que “parece que los dormían y todo…”  El “y todo…” ¿expresa asombro o aprobación?, ¿el adormecerlos hace que el acto se transforme en piadoso?

Fragmentos de: DANIEL GIL  - El capitán por su boca muere o La piedad de Eros


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