Están tan cerca y a la vez tan lejos;
me volví invisible,
no ven mi sufrimiento,
no ven que los necesito.
Una llamada,
un día juntos,
una palabra de aliento...
su compañía,
pero no,
a veces pienso que me lo merezco,
que debí haber sido muy mala madre para mecer tal sufrimiento.
La vida me pesa cada día más,
los años me consumen,
estas cuatro paredes me asfixian,
la vida duele en cada paso,
se acaba en cada suspiro,
se esfuma en la rutina,
atada a mi misma ya no puedo hacer mucho,
me miro al espejo y veo cuánto he cambiado.
Voy perdiendo las fuerzas de mis piernas,
de mis manos,
mis ojos están cada vez más cansados.
A solas platico con Dios,
le cuento mis penas,
no tengo con quien más hablar,
entonces oro por ellos y por mi.
Para que me amen ahora que pueden,
para que me busquen ahora que estoy,
para que me abracen muy fuerte,
para que el día que deje esta tierra no me lloren,
no me lleven flores a mi tumba desconsolados,
solo por el remordimiento de no haberme valorado en vida,
de no haberme abrazado a tiempo.
Sola...
casi siempre sola;
así se me van pasando mis días desde este lado de mi ventana y yo...
solo quiero dejar de sentir esta terrible soledad y este triste abandono de a quienes les di la vida.
Yo los amo,
ojalá nunca se les olvide,
no fui la madre perfecta,
pero hice todo y lo di todo por verlos sonreír desde que eran unos niños
y porque fueran felices,
pero al parecer mi amor no ha sido suficiente porque hoy que tanto los necesito,
me están abandonando.
— Adgam Magdis 🖤
Tomado del muro de Facebook:
Meditar para vivir mejor
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