Hablar de Latinoamérica y de su historia es hablar de muertos, desaparecidos, torturados, desde la colonización hasta el siglo XXI. La gran constante desde la instauración de los Estados modernos es el monopolio de la violencia dirigido a los sectores que en el imaginario de las clases que ejercen el poder, representan una amenaza al statu quo, es decir, a las bases sobre las que se levantan todas sus estructuras de dominación.
Uno de los capítulos más violentos, de la historia reciente, en Latinoamérica ha sido la creación de dictaduras militares, que a través de prácticas sociales genocidas (como plantearía Daniel Feierstein, en su libro El genocidio como práctica social) buscó, a través del asesinato y del terror, reorganizar las relaciones sociales hegemónicas, buscando la liquidación (de grupos políticos) como punto de partida para tratar de capitalizar el genocidio y la reestructuración a través de los mecanismos de la “realización simbólica”. El resultado: en el caso de Argentina más de 30 mil detenidos desaparecidos, en Chile 40 mil, 197 en Uruguay, 116 en Paraguay, 480 durante la guerra sucia en México, etc.
Aunque las dictaduras no pueden explicarse sin la injerencia estadounidense, la “Escuela de las Américas”, el entrenamiento en tortura, choques eléctricos, tácticas militares, la Operación Cóndor, el financiamiento estadounidense, etc., y los grandes intereses trasnacionales detrás.
Aunque no es necesario vivir en dictadura para sufrir la violencia y el horror, que las políticas económicas estadounidenses traen consigo, como el caso mexicano y la firma del Plan Mérida entre Felipe Calderón y George W. Bush jr., que marcó el inicio de la guerra contra el narcotráfico, convirtiendo al país en una fosa común. Los muertos dejaron de contabilizarse cuando la cifra llegó a 100mil, desaparecen en promedio 14 personas al día, es el 4to país más peligroso para ecólogos y uno de los más peligrosos para periodistas.
En Prohibido Olvidar, Rubén Blades hace un recuento de todo lo que robaron las dictaduras a los pueblos en América Latina a través de la prohibición, desde los derechos democráticos más elementales, como la libertad de prensa, hasta el derecho a la educación:
Prohibieron ir a la escuela e ir a la universidad Prohibieron las garantías y el fin constitucional/…/ Prohibiendo el derecho a queja, prohibieron el preguntar./…/ Prohibido esperar respuestas. Prohibida la voluntad./ Prohibidas las discusiones. Prohibida la realidad/ Prohibida la libre prensa y prohibido el opinar./ Prohibieron la inteligencia con un decreto especial./ Prohibido el derecho a huelga y el aumento salarial./ Prohibieron ir a la calle y al estado criticar./ Prohibieron reírse del chiste de su triste gobernar/. Prohibieron el desarrollo del futuro nacional./
Sin embargo, frente a todas estas prohibiciones, hay una salida.
Hoy te sugiero, mi hermano, pa’ que no vuelva a pasar,/ ¡Prohibido olvidar!/…/ ¡No te olvides!{}
El ejercicio de la memoria como un ejercicio de liberación es central en la canción de Rubén, pero no como una mera reflexión individual de lo vivido en carne propia sino como un ejercicio de memoria colectiva, el no olvidar lo que las clases dominantes, a través de las dictaduras militares (y de los presidentes en turno), han hecho con la gente de abajo durante tantas generaciones.
En uno de sus conciertos Rubén explica cuál es su intención con hacer una crónica sobre Latinoamérica, refiriéndose al por qué en el Siglo XXI seguir cantando su canción Desapariciones: “En 1982, cuando las dictaduras en el sur y en Centroamérica estaban matando miles de personas era importante en ese momento que el sector de la música popular dijera algo, que se manifestara y que hiciera que la gente que estaba pasando por ese drama supiera que no estaba sola.”
Su canción Desapariciones, al igual que Adán García, busca darles un rostro y una historia a las miles de personas desaparecidas en América Latina, a través de 4 casos.
El primero de ellos es el de una doña que busca a su esposo Ernesto X, 40 años, celador de un negocio de carros, salió una noche antes y nunca regresó.
El segundo es de alguien (no se precisa mayor información de quién) buscando a su hermana Altagracia, salió del trabajo e iba rumbo a la escuela, 3 días desaparecida.
El tercero, un padre o una madre desesperados buscando a su hijo Agustín, estudiante de medicina, detenido anteayer, jamás presentado.
El cuarto, seguro algún militante de izquierda, que busca a su madre Clara Quiñones, la detuvieron como testigo en una investigación por su hijo, nadie sabe quien “se la llevó del cuartel”.
La violencia, las detenciones arbitrarias, las desapariciones forzadas, eran algo cotidiano, las ejecuciones sumarias ¿Dictaduras militares en América Latina o México en la guerra contra el narcotráfico?
Anoche escuché varias explosiones;/ Tiros de escopeta y de revólver./ Carros acelerados, frenos, gritos./ Eco de botas en las calles./ Toques de puerta. Quejas. Por Dioses. Platos rotos./ Estaban dando la telenovela./ Por eso nadie miró pa’ fuera./
Rubén se pregunta ¿A dónde van los desaparecidos? ¿Por qué es que se desaparecen? ¿Cuándo volverán? ¿Cómo se llaman los desaparecidos? Busquen en el agua y en los matorrales, porque no todos somos iguales, cada vez que los trae el pensamiento, una emoción apretando por dentro.
El caso reciente de la desaparición forzada del estudiante de preparatoria Marco Antonio, en México, y su posterior aparición con todos los síntomas de alguien torturado, reabre una herida en la memoria colectiva latinoamericana que no ha terminado de sanar y por el contrario, se le nota cada vez más infectada y podrida.
Con la reciente aprobación de una Ley de Seguridad Interior que legitima y legaliza la militarización del país, con cifras impensables de personas desaparecidas, presos políticos, desplazados, feminicidios, violaciones, asesinatos políticos, es necesario hacer este ejercicio que nos planteó Rubén desde 1991: ¡Prohibido olvidar!
Rubén en una entrevista plantea algo clave: “El ser latinoamericano en sí lo determina a uno, lo condena a enfrentar situaciones políticas”. En América Latina no puedes sólo ignorar la violencia o pensar que no existe, porque se vive día a día, cotidianamente, ya sea Ecatepec, La Perla, La Paz, etc., nadie está exento de ella.
Cómo hacer frente a la muerte y la miseria impuestas desde las altas cúpulas de la política mexicana e internacional? Tomando las calles junto a nuestros muertos y desaparecidos, sin borrarlos de nuestra memoria y recordando que solo con la organización de los trabajadores, las mujeres y los sectores populares es como históricamente se ha podido poner un freno a la barbarie, pero no basta con ralentizarlo, hay que derribarlo por completo, subvertirlo todo.
Porque mientras unos se acuestan con la mentira, otros se tapan con la verdad. ¡No te olvides!
Fuente: La izquierda diario
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