Este sábado se celebró el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. Casi cuatro millones de niñas que corren el peligro de ser mutiladas en el mundo cada año.
Por Eloy Vera*
Hawa tenía diez años cuando una mujer de su pueblo fue a su casa para practicar a sus tres hermanas pequeñas y a ella la mutilación genital. «Fue un trauma que jamás he podido olvidar», afirma esta mauritana que ahora asesora desde la isla canaria de Fuerteventura a las mujeres que llegan como inmigrantes, muchas con sus hijas, precisamente para evitarles la ablación. Este sábado, 6 de febrero, se celebró el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, una práctica que se sigue realizando en 30 países de África y Oriente Medio a pesar de estar prohibida en la mayoría de ellos.
La hojilla metálica haciéndole el corte, los problemas ginecológicos que arrastra por la ablación y el trauma de ver a su hermana de cuatro años a punto de morir por una hemorragia, acompañan a Hawa Touré desde el día que le sometieron a esta práctica, que casi siempre implica la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos sin que haya motivos médicos que lo justifiquen. Hawa lleva un mes preparando la campaña y los actos con los que este sábado volverá a alzar su voz para que se escuche a las casi cuatro millones de niñas que corren el peligro de ser mutiladas en el mundo cada año.
En una entrevista con Efe cuenta que cuando la mutilaron se dio cuenta «de todo, no solo duele el corte sino también ver a la persona que la practica». «Es como una bruja. Se me grabó su imagen y no me la he podido quitar de la cabeza, todas las chicas de mi pueblo no han conseguido olvidar su cara», añade.
Todas las niñas del pueblo
En Kaédi, su pueblo natal, todas las jóvenes están mutiladas «porque no se veía normal que unas lo estuvieran y otras no», dice esta mujer que llegó a Fuerteventura en 2004 desde Mauritania, un país que tiene prohibida la ablación desde hace más de una década. «Los imanes firmaron una fatua en Mauritania, aunque se sigue practicando a escondidas», cuenta esta superviviente de la ablación mientras se pregunta por qué «se sigue haciendo si internacionalmente no se permite y es una práctica nociva que hace daño a las mujeres y a las niñas».
Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de 31 países, de entre los 15 y los 49 años fueron sometidas a esta práctica que acarrea desde un dolor intenso hasta hemorragias prolongadas, infecciones, infertilidad e, incluso, la muerte, además de aumentar el riesgo de transmisión del VIH.
En 2017, Hawa creó en Fuerteventura la Asociación Sociocultural de Mujeres Mauritanas Dimbe, que busca la integración de las mujeres africanas y evitar que se sigan practicando este tipo de prácticas. «Me costó mucho arrancar, pero me movía el interés por evitar que nadie sufriera lo que pasé yo con diez años», confiesa. Si no lo hacía, nadie podría salvar a las casi cuatro millones de niñas que están en riesgo en el mundo cada año, unas 18.400 en España.
Un riesgo que se extiende a Europa
En las Islas Canarias, adonde llegan miles de emigrantes -más de 2.000 el pasado mes de enero- se calcula que unas 4.500 niñas están en riesgo de ser sometidas a la mutilación genital. «Esa es la cifra que tenemos, aunque es difícil de confirmar porque hay muchas niñas que no están empadronadas y muchas madres tampoco quieren decir si van o no a mutilarlas», explica Hawa.
Según la presidenta de Dimbe, hay madres en el archipiélago que aseguran que no les van a hacer la mutilación a sus hijas, pero luego las llevan a sus países de origen durante las vacaciones «para hacerles la práctica». Hawa reconoce que hay mujeres africanas que viven en Europa que no quieren mutilar a sus hijas, pero «ante la presión familiar prefieren ir a la cárcel». En España, la mutilación genital está penada con entre seis y doce años de prisión.
Secuelas crónicas
La pandemia no está siendo una buena aliada en la lucha contra la ablación. Hawa recuerda que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya alertó del aumento de la práctica porque «las familias no pueden mantener a las niñas y la única manera es casándolas y, para ello, hay que pasar por la mutilación genital».
Desde julio, Hawa se reúne con las mujeres que llegan en pequeñas embarcaciones (pateras) a Fuerteventura, las escucha e intenta asesorarlas y aclararles dudas, porque «algunas vienen con problemas y no saben que están relacionados con la mutilación», señala. La portavoz de la Asociación Dimbe asegura que muchas de las mujeres que llegan a Canarias con sus hijas en patera lo hacen huyendo para que «a las niñas no les hagan la mutilación genital».L
Las mujeres inmigrantes que llegan en este tipo de embarcaciones huyen, en muchos casos, de la mutilación, los matrimonios forzados, la violencia de género. Durante el trayecto migratorio continúa esa violencia y son muchas las que terminan siendo violadas en frontera. Hawa no oculta su preocupación al comentar que de todas las mujeres con las que habló estos meses «solo una» le ha dicho que nadie la ha violado. «Todas las demás han sido todas violadas».
Otro de los objetivos de la asociación es intentar que a estas niñas se les haga una reconstrucción vaginal, para lo que hay que trasladarlas a la ciudad de Barcelona, donde una fundación lo hace.
*Artículo publicado en Página 12
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