Hatuey fue un cacique taíno proveniente de la isla de Quisqueya que luchó contra los conquistadores españoles en esa isla (actual República Dominicana y Haití) y en Cuba. Es conocido por el título histórico honorífico de Primer Rebelde de América.
(Edición de vídeo realizada por la página Ateísmo Latinoamericano Proconsciencia y Altruísmo: https://goo.gl/9ahBQW)
Bartolomé de Las Casas atribuyó el siguiente discurso a Hatuey. Les mostró a los Taínos de Caobana una canasta de oro y joyas, diciendo:
“Este es el Dios que los españoles adoran. Por estos pelean y matan; por estos es que nos persiguen y es por ello que tenemos que tirarlos al mar… Nos dicen, estos tiranos, que adoran a un Dios de paz e igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Ellos nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Incapaces de igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper.”
Hatuey ordenó a sus hombres que se dividiesen en pequeños grupos y comenzasen a atacar a los españoles por sorpresa, valiéndose de palos, piedras y flechas. Pero los españoles, dirigidos por Diego Velázquez, que conocía las tácticas de los indios, se dedicaron a erradicar poco a poco a cada uno de los grupos rebeldes apoyándose en una abrumante superioridad tecnológica (perros rastreadores, armas de fuego, ballestas y corazas). Paulatinamente fueron erradicados los grupos rebeldes, hasta que mediante la delación de unos prisioneros logran aprehender a Hatuey.
Hatuey fue condenado a la hoguera, castigo reservado a los más viles criminales. Pero cuando estaba a punto de ser quemado y el padre Olmedo le preguntó si quería convertirse en cristiano para subir al cielo, él a su vez preguntó:
“¿Y los españoles también van al cielo?”
y al recibir una afirmación dijo luego el cacique, sin más pensar, que:
“No quiero yo ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente”
“¿Y los españoles también van al cielo?”
y al recibir una afirmación dijo luego el cacique, sin más pensar, que:
“No quiero yo ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente”
Tomado de: RED FILOSOFICA DEL URUGUAY
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