“Sólo habrá primavera sin Monsanto” se lee desde lejos, grande y en rojo sobre la camiseta de Mariano. Hace 30 días que acampa en una pequeña localidad del norte de Córdoba (Argentina), donde la multinacional productora de agroquímicos intenta instalar su nociva planta. Mariano es periodista ambiental y hace 30 días que resiste para contar la realidad. Resiste porque sabe que su voz será la de la tierra, que no puede gritar.
Desde 2004, según el Comité para la Protección de Periodistas, 34 profesionales de los medios han perdido la vida por cubrir noticias medioambientales. Más que los que han muerto en Afganistán. En la última década en todo el mundo el periodismo medio ambiental se ha tornado tan peligroso como ser reportero de guerra. En el afán de contar la tragedia causado por el hombre contra el hombre o contra la tierra muchas vidas han quedado en el camino.
En India, Rusia, Indonesia, Argentina, entre tantos otros países, los periodistas ambientales que cubren la tala, la minería , la contaminación y los conflictos de tierras se han visto amenazados tanto por los gobiernos vinculados de manera estrecha a empresas privadas y sectores del poder económico como por los grupos ilegales que quieren impedir que la sociedad sepa lo que ocurre.
Algunos periodistas son amenazados, atacados o encarcelados a causa de sus reportajes. En Uzbekistán, desde hace siete años, el periodista independiente Solidzhon Abdurakhmanov permanece en prisión. Todos estos periodistas investigaron temas ambientales que incomodan al poder como la tala ilegal, la minería o la contaminación. La censura también está a la orden de día. Cuando “Under The Dome”, un documental publicado en Internet acerca de la contaminación del aire en Pekín, se convirtió en viral el Partido Comunista de China se apresuró a retirarlo de las páginas web. En Ecuador, la legislación prohíbe que los periodistas cubran la extracción de petróleo en el Parque Nacional Yasuní, donde la biodiversidad está reconocida a nivel internacional. También en Canadá, el gobierno ha censurado a científicos federales para evitar que hablen con los periodistas acerca de los perjuicios de extraer petróleo. A muchos otros les han ofrecido grandes sumas de dinero para comprar su silencio. Periodistas desprotegidos por las instituciones cómplices del desastre.
Reporteros Sin Fronteras publicó a fines del año pasado el informe ‘Clima hostil para los periodistas ambientales’, al mismo tiempo que tuvo lugar la reunión en París de la Conferencia sobre el Cambio Climático COP 21. El documento examina las dificultades para los profesionales de la información que cubren temas ambientales. El informe pone de relieve un constante deterioro de la situación de los periodistas ambientales, cada vez más expuestos a diversos tipos de presiones, amenazas y agresiones. “La violencia contra los hombres y mujeres que investigan sobre el terreno, a menudo en solitario, ha alcanzado un nivel sin precedentes en 2015″, afirmó el secretario general de Reporteros Sin Fronteras, Christophe Deloire.
La labor de recopilación y difusión de información ambiental es imprescindible si queremos conseguir que crezca la concienciación sobre los peligros que amenazan a nuestro planeta. Los peligros que los seres humanos provocamos a la tierra en pos del beneficio económico. “El agua vale más que el oro y el silencio nos hace partícipes del desastre” explica Mariano. Él Trabaja para un medio independiente y sabe que su función es de vital importancia. Su desafío es doble, luchar contra los peligros de estar allí y además publicar un eco de la realidad que muchas veces los grandes grupos mediáticos intentan silenciar, también cómplices de los responsables de los daños medio ambientales.
En palabras del periodista Rodolfo Walsh “La historia parece propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Hombres que creen ser dueños de la tierra, del agua y del sol. Y que intentarán que la historia, esa que creen que también les pertenece, no sea contada. Intentarán callar a quienes quieran ir en contra de sus intereses y defender este lugar en donde habitamos. Es urgente proteger a los periodistas ambientales para protegernos nosotros y para que la historia no la cuenten sólo los que ganan.
Clara Presman
Periodista
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