Ir al contenido principal

Despertar (Miguel Ángel Campodónico)



Fue por la tarde. La visión en rojo cruzó por su mente como un fogonazo. Cerró los ojos doloridos. Vio una planicie interminable. Desierta y roja. Lo supo de inmediato. No había dudas. Él moriría esa noche. Terminaban de comunicárselo desde algún lugar remoto y rojo. Rojo enceguecedor. Había oído hablar de casos de premoniciones. Como el de aquel muchacho fotografiado en los diarios. A último momento se había negado a subir al avión que cinco minutos después de despegar se deshacía en el aire. Pero esto que él terminaba de saber no había forma de evitarlo. Al menos, él no la conocía. ¿Por qué a mí?, se preguntó. Podía tocarle a cualquier otro. A cualquiera, insistió.

Llegó a su casa conteniendo apenas la angustia. Contestó con evasivas las preguntas de su mujer. No quería hablar. Únicamente se animó a pedir que esa noche cenaran todos juntos, ellos dos y su hijo. Lo observaban en silencio, pero no hacían preguntas. Siguieron comiendo. Era evidente que no era el mismo de siempre. Nunca le habían notado una expresión de tanta tristeza. Les pareció que estaba a punto de derrumbarse. Y él no tuvo valor para abrazarlos. Simplemente se levantó de la silla, dijo “hasta mañana”, y se acostó. En la oscuridad del cuarto, mientras oía a la esposa lavar los platos en la cocina, lloró desconsolado. Será acá en la cama, se dijo. De golpe me quedaré rígido. Me descubrirán por la mañana, encontrarán mi cuerpo frío entre las sábanas revueltas. Flaqueó otra vez. A cualquier otro debería pasarle. Sí, a cualquiera, subrayó. El rojo reapareció debajo de sus párpados. No quería dormirse. Fue inútil.  Un escalofrío y se quedó dormido. En las penumbras del sueño continuó el deseo de que le ocurriera a cualquier otro. A cualquiera.

Al día siguiente, a las siete y media en punto, como todas las mañanas, se despertó. Abrió los ojos. El amarillo rojizo del sol a punto de estallar lo hizo pestañear. Se acarició el cuerpo y tembló agradecido al recibir la luz que se colaba por las rendijas de la persiana. Se dio cuenta de que estaba transpirado cuando estiró el brazo para tocar a su mujer. Tenía el pijama pegado al cuerpo. Ella todavía olía a caldos y guisos de la noche. Quería despertarla, hacerla participar de tanta maravilla. Todo le resultaba nuevo. Nuevo flamante. Hasta el sol trepando por las paredes del cuarto. Su mano terminó posándose sobre un cuerpo helado. La mujer continuó quieta en la parte de la cama todavía no iluminada. No se movió. No se enteró de la mano de su esposo. Su rigidez ya no le permitiría disfrutar ese placer.                                                                                                     
Tomado de:  http://narrativabreve.com

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Cuál es el propósito de la lectura?

“He leído muchos libros, y me he olvidado de la mayoría; pero entonces, ¿cuál es el propósito de la lectura?"  Esta fue la pregunta que un alumno le hizo una vez a su maestro.  El maestro no respondió en ese momento; sin embargo, después de unos días, mientras él y el joven alumno estaban sentados cerca de un río, dijo que tenía sed y le pidió al niño que le trajera un poco de agua con un colador viejo y sucio que había en el suelo.   El alumno se sobresaltó, porque sabía que era un pedido sin lógica. Sin embargo, no pudo contradecir a su maestro y, habiendo tomado el colador, comenzó a realizar esta absurda tarea.   Cada vez que sumergía el colador en el río para traer un poco de agua para llevar a su maestro, ni siquiera podía dar un paso hacia él, ya que no quedaba ni una gota en el colador.  Lo intentó y lo intentó decenas de veces pero, por mucho que trató de correr más rápido desde la orilla hasta su maestro, el agua siguió pasando por todos los agujeros del tamiz y se perdi

cuánto te pagan por izar la bandera?

Somos el miedo de los gobiernos que mienten en nombre de la verdad. El miedo del poder militar,económico y jurídico que impide la comunicación humana de pueblo a pueblo. Somos el miedo de la soberanía de los piratas del mundo que mutilan el estado de ánimo e impiden la emociones reveladoras. Somos el miedo del poder de los déspotas que reside en mecanismos impersonales. El miedo de las estructuras burocráticas que desalientan las conductas exploratorias. El miedo de las grandes fortunas que se robaron de los derechos naturales. EI miedo de los centros de poder que amenazan con la destrucción total. El de esos varones sensatos y «prácticos» que desean dejar su huella en la historia y creen solamente en lo que pueden forzar y controlar. Somos el miedo de quienes nos adiestran a ser corteses cuando alguna institución nos pisotea. El miedo de quienes temen a los cambios pues su status depende de la rutina y del tiempo de otras personas. El miedo de las tecnologías caprichosas que nos obl

"Si tienes un libro, nunca vas a estar solo"

«A mí lo que me ha salvado son los libros que he leído. Pero principalmente, de la soledad. Por ejemplo, ocurre mucho en las giras, cuando a un avión le pasa algo y nos quedamos todos tirados en un aeropuerto, que los músicos se desesperan, no saben qué hacer. Pero yo, si tengo un buen libro, ¡estoy feliz! Los libros me acompañan, me ayudan a pensar, a vivir un montón de vidas distintas a la mía. En lugar de estar como un animal enjaulado mirando a un avión que va a salir en seis horas, puedo estar en la antigua Roma viviendo las vidas de otros. Creo que ese es el único consejo que me he atrevido a dar en la vida: si tienes un libro, nunca vas a estar solo». -Joaquín Sabina. Tomado de:  Facebook