El esclavo es esclavo por experimentar la certidumbre paralizante de no poder romper ni liberarse del sistema que lo mantiene encerrado y limita sus movimientos. Esta limitación del movimiento presenta modalidades diferentes según las épocas y las tendencias por las cuales transitó la humanidad a lo largo de su devenir histórico. Así, el esclavo antiguo sufre el cercenamiento de sus movimientos físicos y esta característica, percibida de manera ostensible y pública, guarda cierto paralelismo con el cercenamiento sutil que sufren quienes viven sometidos a pautas y procesos intangibles que limitan el libre movimiento de una mente que no pudo aprender a pensar por sí misma. Es así como, en este último caso, los barrotes de la cárcel mental forman parte de la vida cotidiana del esclavo moderno. Ello, según los matices y casos que se presentan bajo un estado alienante de presión compulsiva en el amplio espectro de la vida social. Tanto el agobio por la superación de las condiciones de